lunes, 7 de diciembre de 2009

FERNAND BRAUDEL (Aproximación a su estudio)


Prof. Suzuky Gómez

Pese a que los cimentos de la llamada «escuela de la revista Annales d'histoire économique et sociale» fueron colocados en 1929 por Marc Bloch (1886-1944) y Lucien Febvre (1878-1956), el verdadero triunfo de la misma sólo tuvo lugar a partir de 1945, una vez alcanzada la victoria de las potencias aliadas en la Segunda Guerra Mundial. Y en ese triunfo indiscutible le toco un rol protagónico al historiador Fernand Braudel, cuya obra es de cita obligatoria entre quienes frecuentamos el mundo de la historia. Con el subtítulo de la revista transformado en “Annales. Economies, Sociétés, Civilisations y convertido en su director a la muerte de Febvre, Fernand Braudel consiguió que su modo de entender la práctica de la historia se generalizara en las universidades francesas y se exportara a buen número de países europeos (entre los que se encontraba España) y extraeuropeos (notablemente, América Latina)” .
Los meritos de Braudel para asumir es responsabilidad eran suficientes. Desde su publicación de La Méditerranée et le monde méditerranéen à l'époque de Philippe II (1949) había sido el sistematizador del «modelo ecológico-demográfico» que caracterizaría durante muchos años el trabajo de los integrantes y colaboradores de Annales. En su obra, Braudel estudiaba ese amplio espacio geográfico en la segunda mitad del siglo XVI atendiendo a tres tiempos y niveles distintos: la larga duración de la estructura, también llamado tiempo secular (aquí presenta Braudell marcos geográficos, realidades biológicas, límites de productividad, y hasta determinadas coacciones espirituales); el tiempo medio de la coyuntura (“podemos observar una curva de precios, una progresión demográfica, el movimiento de salarios, las variaciones de la tasa de interés”) y el tiempo corto del acontecimiento (la historia episódica del individuo).
Esos tiempos y planos van, por su propia naturaleza, a privilegiar el estudio de los dos primeros órdenes, a practicar una historia estructural o coyuntural, y a despreciar y minusvalorar la historia episódica de individuos y acontecimientos. Los ejemplos naturalistas usados por Braudel para definir los acontecimientos acentuaban esa menor consideración y ponderación: se trataba de meras “espumas, crestas de ola que animan superficialmente el potente movimiento respiratorio de una masa oceánica”, “destellos luminosos que atraviesan la Historia”, “olas que alzan las mareas en su potente movimiento” .
La noción de Braudel de un tiempo virtualmente estacionario, semi-inmóvil, sin práctica discontinuidad ni cambio sustancial, con su persistente devaluación de los acontecimientos políticos y de las actividades propositivas humanas, reflejaba el concepto amparado en un determinismo geográfico de sus maestros de entreguerras. Se deben mencionar algunas frases al respecto: “una de las superioridades francesas en las ciencias sociales es esa escala geográfica”; “Geografía en primer luga”; “retengamos la fragilidad congénita de los hombres frente a las fuerzas colosales de la naturaleza”; “si se quiere comprender la larga duración, lo más fácil es evocar la necesidad geográfica”. De acuerdo con esos postulados, el trabajo de Braudel sobre el Mediterráneo no presentaba y trataba a los acontecimientos (políticos, bélicos, diplomáticos) como partes de fenómenos más profundos en una dialéctica tripartita con las estructuras y las coyunturas. Más bien los presentaba como apéndices sin nexo necesario, como “espuma superficial” cambiante y desconcertante, relatados de un modo tradicional .
Y con relación a la historicidad y del protagonismo humano, individual o colectivo (“la política no hace otra cosa que calcar una realidad subyacente”), residía la triste e irónica paradoja de la labor historiográfica de Braudel, a pesar de la simultánea retórica en favor de una historia total de los tres planos y tiempos. Ante todo, porque esa teoría y su obra paradigmática (La Méditerranée...) fueron construidas mientras Braudel era prisionero de guerra en un campo de concentración alemán tras la caída y ocupación de Francia en junio de 1940. De tal manera, que en un momento en que decisiones políticas y militares por parte de los dirigentes de la Alemania hitleriana habían acabado con un régimen francés de considerable larga duración y amenazaban con destruir una tradición política occidental de aún mayor duración (el liberalismo representativo y democrático).
La historia de Braudel ante pone una perspectiva temporal que disminuye la importancia de los «acontecimientos» políticos y militares y de las decisiones humanas conscientes y meditadas. Antes de su participación en actividades de la resistencia antinazi, Bloch había llamado la atención de sus colegas contra el patente descuido de su generación en el análisis histórico de los fenómenos políticos fascista y nazi. Sin embargo, luego de la derrota de las potencias del Eje y tras el descubrimiento de la barbarie perpetrada en los campos de exterminio como Auschwitz, de la mano de Braudel triunfaria esta perspectiva historiográfica que disminuia el valor de los individuos y de las ideas en un curso histórico sólo interpretable científicamente desde la larga duración y quizá desde la coyuntura .
En cualquier caso, siguiendo el paradigma historiográfico braudeliano, según la crítica posterior del historiador británico Lawrence Stone), la pléyade de historiadores de Annales se volcó a estudiar, con métodos y técnicas innovadoras, procesos de larga y media duración sobre marcos geográficos precisos, así como asuntos poco tradicionales y siempre metapolíticos. En el plazo de dos décadas, el fenómeno había producido, como mínimo, dos consecuencias diferentes pero conexas.
En primer lugar, los seguidores de los anales acudieron a la estadística como único medio para penetrar y descubrir la larga duración o la «coyuntura». Y así se constituyó la historia serial, definida por Pierre Chaunu como una historia interesada menos por los hechos inviduales que por los elementos que pueden ser integrados en una serie homogénea. Emmanuel Le Roy Ladurie, en una época el portavoz más extremo de esta tendencia, expresó terminantemente el sentido de ese giro: la historia que no es cuantificable no puede llamarse científica; y (la cuantificación) ha condenado virtualmente a muerte la historia narrativa de acontecimientos y la biografía individual. El consecuente fetichismo del número y la serie produjo sus mejores frutos en el campo de la demografía y la economía histórica (bautismos, testamentos, rentas, precios...) para la época moderna (siempre que se dispusiera de fuentes suficientes y mínimamente fiables para confeccionar tales series). Pero también generó un uso imprudente y poco juicioso de las cuantificaciones en otros ámbitos históric os, con resultados de sentido absurdo, faltas de interés u ofrecidas como estructuras históricas .
Como segundo aspecto se destaca fue los tópicos trabajados por Braudel, el redescubrimiento y ampliación del temario de la historia cultural bajo la rúbrica de historia de las mentalidades, apoyándose en la diferención entre ideología (como sistema elaborado de creencias y conceptos que explican el mundo a quien la sustenta) y mentalidad (un complejo de opiniones y creencias colectivas inarticuladas, menos reflexivas y más duraderas). Bajo la influencia del desarrollo de la psicología social y la antropología estructural, una parte de los historiadores de Annales se lanzó al estudio del nivel inconsciente de las prácticas sociales y las representaciones colectivas, siempre con un aparato metodológico que tenía en la cuantificación estadística su medio y objetivo máximo. Los temas y tópicos de estudio cambiaron en consecuencia: además del estudio de producciones, precios, defunciones y matrimonios, se pasó al análisis de la actitud ante la muerte, los gustos de los lectores de libros, la piedad e impiedad religiosa, la sexualidad normalizada y marginada, la locura, el ocio y el bandidaje
Asimismo, el característico privilegio de la historia económica y social en la escuela de Annales fue compartiendo primacía con una historia de las mentalidades concebida casi como antropología retrospectiva del ámbito de la cultura material y simbólica de las sociedades. Sin caer en el fetichismo del número, los medievalistas Georges Duby y Jacques Le Goff o el modernista Michel Vovelle se revelaron como maestros consumados en este campo y se ocuparon de subrayar la relación y vinculación entre el ámbito «cultural» y los otros ámbitos de actividad humana .
Pero a su lado proliferaron los estudios de historia de la cultura popular y las mentalidades, desprovistos de todo axioma de conexión con otras dimensiones socio-históricas y con los mismos vicios y defectos de su colega serial. Y todo ello bajo una conceptualización de la práctica histórica bien alejada ya del ideal braudeliano de la «historia total», que Pierre Nora se ocupó de sistematizar en 1974: «Vivimos una Historia en migajas, ecléctica, abierta a curiosidades que no hay que rechazar» .
En todo caso, ambas corrientes también mantuvieron férreamente el rechazo a la dimensión política que siguió siendo el rasgo definitorio de la revista Annales hasta tiempos muy recientes. Con estas orientaciones teóricas y metodológicas tan discutibles (como mínimo), desde principios de la década de los setenta la importancia e influencia de Annales en el ámbito historiográfico internacional fue decreciendo en beneficio de otras corrientes renovadoras procedentes al comienzo, sobre todo, del área anglófona (la new social history y la new political history, por ejemplo) e italiana (la microhistoria). No en vano, en abierto contraste con los postulados braudelianos, estas nuevas corrientes se configuraban, ante todo, sobre la base de una revisión del papel de la dimensión política en el devenir histórico y en torno a una reconsideración de la importancia del sujeto, individual y colectivo, en esa evolución.
Como era natural y previsible, a la par que tenía lugar ese proceso de mutación historiográfica, el reconocimiento y prestigio de Braudel se mantuvo aunque con altibajos en el campo historiografico. Sin embargo, hay que reconocer sin mezquindades que una buena parte de la producción histórica universal de la segunda mitad del siglo XX está en deuda con su figura y su peculiar concepción del tiempo histórico . Por eso su nombre y su obra ocupan un lugar de honor en el universo historiográfico y cultural de la pasada centuria.
Obras de Fernando Braudel traducidas al español
El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, México (D.F.), Fondo de Cultura Económica, 1953. Traducido por Mario Monteforte Toledo y Wenceslao Roces.
La Historia y las ciencias sociales, Madrid, Alianza, 1968.
Las civilizaciones actuales. Estudio de historia económica y social, Madrid, Tecnos, 1969.
Civilización material, economía y capitalismo. Siglos XVI-XVIII, Madrid, Alianza Editorial, 1974.
El Mediterráneo: el espacio y la historia, México (D.F.), Fondo de Cultura Económica, 1989.
Escritos sobre la historia, México (D.F.), Fondo de Cultura Económica, 1991.
La identidad de Francia: espacio geográfico e historia, Barcelona, Gedisa, 1993.
Bibliografía sobre Braudel y la escuela de Annales
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